viernes, 11 de febrero de 2011

Una Revolución hija de sus hijos

Mi mamá es grande, fuerte, poderosa, es pura y dulce, es enormemente justa. La hicieron, para mí, hombre y mujeres de bien, que no temieron a balas, ni a sustos, ni a torturas, que pelearon por verla nacer, crecer, subsistir entre la mala hierba que intentó ahogarla, pero que no lo logró, ni lo logrará nunca.

Ella nos parió, a mí y a mis hermanos.  Nos enseño a vivir con dignidad, a conocer que la pobreza pasa, lo que no pasa es la deshonra. Nos enseñó a tener decoro, a entender que merecemos la justicia y que, por eso mismo, debemos buscarla.
Mi mamá nos alimentó, quitándose lo poco que tenía, y nos educó en sus principios. Nos construyó la escuela, y nos sentó juntos a los hermanitos blancos y negros. Nos mostró cómo mirar de frente, sin mentiras, ni censuras. Nos “hizo personas”, y nuestras cunas fueron de oro, porque ella fue la orfebre.
Hoy, mis hermanos y yo ya estamos crecidos, pero mamá quiere volver a nacer. Ella significa tanto, que no puede estancarse. Quiere que mis hermanos y yo la inventemos de nuevo, que la adecuemos a estos tiempos; quiere nacer sin morir, quiere ser hija de sus hijos.
“Pues claro”, parece decirnos, “¿que se creían? Muchos murieron por ustedes. Es hora de levantarse y echar a andar. Invéntenme, protagonícenme, háganme suya, conviértanse en mis hacedores, en mis defensores”.
Y nosotros hemos entendido su deseo, y como le debemos todo, la cama y la mesa, la alegría y la esperanza, nos vamos al debate, al Congreso en las aulas, talleres, fábricas y sembrados. Vamos a analizar qué nos toca hacer hoy por Cuba, qué nos pide nuestra madre, cómo podemos salvarla.
Ya pasó el tiempo de esperar sentados por lo que nos toca. Nuestros mayores están mirándonos hoy, con ojos firmes e inquisidores. Algunos con escepticismo, otros casi con súplica, los más, con la fe de quien educó bien. La juventud en Cuba se levanta y va a decirse las cuatro verdades, a responder preguntas que parecían imposibles, a levantar el altar de la Patria sobre sus hombros. Desde la base viene el Congreso aunando voluntades, como hacía Martí, y mi mamá nos contempla orgullosa. Este es nuestro tiempo.
Decía el Maestro: “Dondequiera que el hombre se afirma, el sol brilla”. Es nuestro momento de alumbrar. Saquen los lentes oscuros, señoras y señores: la Unión de Jóvenes Comunistas está en Congreso.

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