viernes, 11 de febrero de 2011

Imagine

Imagine que usted tiene 20 años, sueños en el bolsillo y alas en el corazón. Dicen que a esa edad todo parece posible. Piense que se une a la persona ideal, el amor de su vida, y juntos deciden construir una casa donde cobijar sus hijos, sus momentos felices, sus lágrimas. Y con resolución increíble, emprender el largo camino de autorizos, solares, cemento, ladrillo y arena, como dice la canción. Luego de varios años y numerosos abatares, la vivienda soñada está frente a sus ojos , aún sin terminación , pero es mejor que la que tenían antes, que estaba llena de agujeros en el techo, quizás con piso de tierra, quizás no tenían ninguna.

Entonces comienza la lucha por perfeccionar, lo que es aún más difícil. El piso la pintura, las lámparas, el enchape del baño. Y en medio de la vorágine, los hijos van creciendo, en medio del sacrificio, viviendo en carne propia necesidades miles, que anuncian la prosperidad futura.
Cuando sus pequeños son “hombres y mujeres”, como dicen por ahí, da usted por terminada su obra, imperfecta, claro está, con muchos errores, hijos del apresuramiento, del momento que se vivió, de materiales en mal estado o personas en mal estado. Y entrega usted la obra a su descendencia para que la continúe, la perfeccione, la enmiende, para que la rehaga sin perder los cimientos principales, los que significan comunidad de intereses, de tradiciones, fisión dulcísimo de sueños y esperanzas.
Entonces imagine que sus hijos, centrados en los errores, no solo no los enmienden, sino que envidien casas ajenas, techos ajenos, con cimientos menos fuertes, pero más nuevos, más a la moda. Imagine que aunque usted se eneje, sufra y pelee hasta el cansancio, sus hijos lo entiendan como teque de viejo, y cuando hable usted de amor, de costumbre, de sacrificio, lo miren como diciendo “Está chocheando”, y cuando empiece a contar dolores de otros tiempos por el bien común, levanten la cabeza, cambien la mirada y se rían a sus espaldas.
Imagine que de pronto un día amenacen con tumbar la casa, con hacer otra nueva, con echar otros cimientos sobre los suyos, sospechosamente parecidos a los de su casa anterior. O peor, ¿qué diría usted si alguien fingiendo defender sus conquistas de años, solapadamente, comience a quebrantar sus paredes, a hurgar en los desconchados y la herrumbre, a presentar insolubles los problemas ante quienes deben resolverlos? Que pensaría usted. Como se sentiría, sino desarraigado, sino desesperado, sino traicionado.
Mire mi amigo, esa casa, es Cuba. Esa casa, es la Patria que nos legaron nuestros padres, nuestros abuelos, nuestros tatarabuelos, y más allá, porque hace más de un siglo que se lucha por estos cimientos, por estas partieses, por este techo que no se llevaron los huracanes, que se moja, pero se apuntala, que se desconcha pero se repara, que en algunos momentos se construyó mal, por decisiones humanas pero que tiene una raíz divina que es la justicia y la igualdad para todos los hombres y mujeres que respiran, bajo este cielo, el aire perfumado de mariposas blancas.
Enmendar, reparar rehacer y crear, esa es la estrategia para que no se nos caiga la casa, para honrar estos muros amasados en sangre, para merecer el sacrificio que hicieron por nosotros. Pensemos, cubanos y cubanas, que estamos luchando por nuestros hijos, para que aprendan a no acobardarse y defender su casa, levantarla cuando los ciclones intenten tumbarla, y servirle de escudo poderosos cuando algún ladrón intente manchar su suelo.

1 comentario:

  1. Yanelki Rdríguez Gómez15 de febrero de 2011, 11:22

    Imagine que tiene una amiga sencilla, inteligente, capaz de despertar en estas pequeñitas almas esa luz tan grande que ilumina el universo, se es afortunado con conocer a alguien así ¿verdad?. Alguien para quien los lujos no tienen ningún valor y capaz de hacernos sentir sumamente orgullosos de ser hijos de esta tierra que nos vio nacer y que no podamos imaginar nunca como se vive lejos de ella. Gracias Dani, tu siempre tan virtuosa, recuerda, si algún día es necesario volver a levantar estos cimiento no dudes en llamarme, yo esté donde esté, no dudaré en venir a recoger los trozos y armarlos de nuevo como hicieron hace más de 50 años.

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