El fatídico 8 de septiembre de 2008, al amanecer, como muchos, salí a recorrer ese espacio ancho y ajeno, lleno de escombros y de basura, que Ike nos puso en el lugar de nuestra amada ciudad. Imágenes desgarradoras vi por todas partes, sobre todo de la gente más humilde. Mujeres y hombres parados en la calle, que, descalzos y sin cubrirse de la lluvia pertinaz, contemplaban desesperanzados los destrozos. Como última parada me asomé al parque Cárdenas. La imagen caótica deben recordarla todos los banenses. La estatua a las madres parecía preguntar confundida ¿por qué? Muchos pensábamos que no nos recuperaríamos jamás, pero ha pasado el tiempo, ese que borra y enmienda. La naturaleza, esta vez, ha hablado a nuestro favor. Y los hombres, le hemos respondido.
El parque Cárdenas no es el de antes, es cierto. Sin embargo, al observar las luces y los árboles reverdecidos, sonrío. Los niños corren, las parejas se enamoran, los pájaros cantan. Y me hacen recordar algo que me dijeron una vez: “Esto también pasará”
Como los árboles del parque Cárdenas, nos hemos levantado. Claro, no es más el Banes que conocíamos, ese que iba a cumplir 100 años con las mismas casitas de madera de su fundación. Ahora nos debatimos entre techos rojos y brillantes, con una producción de alimentos que luchamos por ver crecer, con mucho por terminar y emprender, pero muchas más ganas de luchar. Celebrando con trabajo el cumpleaños 52 de la madre grande, que no nos abandonó, que nos abrazó y nos consoló cuando parecía que todo estaba perdido.
Los que habitamos esta tierra fecunda, tenemos el honor y el deber de crear un Banes nuevo, un Banes de nuestro tiempo, un Banes para nuestros hijos, como nuestros padres y nuestros abuelos lo construyeron para nosotros. Hay dolores que no se apagan con facilidad, pero este nos hizo más fuertes. Porque amamos nuestra ciudad, sus calles y su gente, porque somos un pueblo orgulloso y no nos dejamos vencer, vamos a construir un nuevo paraíso.
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