martes, 22 de febrero de 2011

Mi Banes brilla hoy.

“Orgullo de ser banense”, debería ser el nombre de estas páginas. Si, porque orgullosos vamos hoy por esta tierra quienes nos sabemos hijos de La Ensenada, esa que refulge hoy como hace tantos años.

Algunos dicen que nació otra vez, otros que resurgió de unas cenizas pasadas por agua y viento. Los más, saben que el sudor quedó  impregnado en estas piedras, y que los techos brillan más que por el color del zinc, por el esfuerzo de nuestros hermanos.
En toda Cuba nos conocen por eso, porque el Ike se ensañó con nuestro cuerpo, y trató de enterrarnos la desesperanza entre pecho y espalda. Pero, si aun entre ruinas, Banes reía, ¿cómo no va a hacerlo ahora, cuando se han recuperado un número importante de viviendas, cuando se construye un nuevo reparto a las entradas de la ciudad, cuando la gente sonríe recordando aquellos minutos duros de los que nos rescató el esfuerzo y el amor de esa Madre gigante que nunca nos abandona, desde hace más de medio siglo?
No nos engañamos, aún nos falta mucho por andar, pero precisamente por eso no perdemos la esperanza. Se sabe por estos lares que el tiempo empleado en hacer realidad los sueños es recompensado con cientos de minutos de paz, esa que ronda nuestras calles y plazas, esa de la que se enorgullece el banense de a pie, que puede mandar a su pequeño a jugar, o puede salir a trabajar tranquilo, como en cualquier parte de Cuba.

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