lunes, 14 de marzo de 2011

Siempre vale la pena

Me dijo un colega hace unos años en medio de un día super estresado: “Nos trajeron engañados, no sabíamos lo que era esto”. Luego de las risas estruendosas, que casi siempre matizan el corre corre de los informativos, pensé que tenía razón: vinimos engañados. En la universidad te explican la técnica, las formas adecuadas de tratar los temas, los que dicen los teóricos. Pero no nos preparan para lo que nos espera al salir a la calle. Nunca nos dijeron en medio del aula, que esta profesión tiene la misma cantidad de risas que de lágrimas.

Nunca nos advirtieron sobre  la desesperación de la hoja en blanco, que la grabadora muda quema, que el momento de la creación es traumático y difícil, que sudan las manos, y el sueño se desvanece, y te tiras de la cama con la idea a flor de labios, escribes febrilmente a la luz de la lámpara de noche, y cuando acabas pliegos y pliegos, el reloj te anuncia que ya es hora de empezar el día. “De continuarlo”, dices y sonríes, y marchas a la carga, con la carpeta llena de sueños y de asuntos que tienes que resolver, que no son tuyos, personalmente hablando, pero que son “tuyos” porque te sientes parte de ese todo que conforma tu mundo, tu sociedad, tu Isla. Eso no lo dijeron, al menos no claramente, aunque las arrugas de los profes, y el brillo desmedido de sus ojos quizás eran un indicio. Arrugas de insomnio. Brillo de ansias por horadar, por superar lo anterior, por crecerse.
Ay de nosotros, que no salimos a la calle como los demás, que nuestros ojos ven demasiado, y nos gritan lo que ocurre antes incluso de que pase. Ay de nosotros, que no podemos vivir sin este salto del estómago, sin la necesidad de salir corriendo, porque la hora del cierre se acerca. Ay de nosotros, que demostramos que en una sola persona pueden reunirse problemas cardiovasculares, renales, estomacales, neurológicos, estrés continuado, falta de sueño, artritis generalizada e hipertensión arterial. Ah, claro, y también esa enfermedad de la sangre incurable y grave: el reporterismo agudo, profundo y sin solución.
No nos avisaron, no sabíamos nada, pero no importa. El día a día te lo va enseñando, te va mostrando el mundo como un cristal de aumento.  Descubres que esto no es solo una profesión, es un arte, un sacerdocio, un sacrificio constante, una entrega sin límites, que es tu vida misma al servicio de los demás.  Y, como dicen por ahí, luego de las dudas y los nervios de punta, del estrés y la falta crónica de tiempo, vale la pena. Siempre vale la pena.


3 comentarios:

  1. Eres lo más lindo de Banes y escribes muy bien... me gustó mucho este trabajo... creo resumes en pocas palabras una realidad que nos hace especiales, así nos paós en su tiempo y así sentimos los que amamos esta profesión...
    sigue linda por dentro y por fuera, no te contagies nunca con el virus de la mediocridad o el acomodamiento... mantén siempre la frescura de tu piel y tu alma...

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  2. tu comentario llegó en buen momento, es uno de estos días en que parece que el esfuerzo no vale la pena, llegas como rayito de luz, muchas gracias, es una pena que no aparezca tu nombre...

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  3. Dana, me encantó este comentario....muy lindo, muy de adentro...y muy tuyo...
    Te lo dice alguien que, como bien sabes, soñó un dñia con ser periodista.
    Siempre vale la pena...y tu, desde Banes, cambias el mundo.
    Me encanta tu blog!
    Sigue trabajando en él
    un abrazo desde La Habana
    Odette

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