lunes, 18 de abril de 2011

Céspedes, pilar de la nacionalidad cubana


Carlos Manuel de Céspedes

¿Cuánto se ama a un hijo? ¿Usted podría definir algo como eso? ¿Podría poner en palabras esa angustia que conmueve hasta la médula, esa ternura infinita, ese tormento feliz? Me imagino que no, es muy difícil. En lo que coincidimos todos es que por los hijos se da hasta la vida, y que solo pensar que algo pudiera hacerles daño, moviliza los más íntimos resortes del corazón.

En eso pienso siempre cuando recuerdo la anécdota del Padre de la Patria. Me imagino a Céspedes de pie, recibiendo la noticia de que iban a matar al hijo de sus entrañas si no se entregaba, y sintiendo como un bombazo en medio del pecho. Lo que me anonada es la visión del hombre convirtiéndose en gigante, saliendo de la posición de ser humano adolorido y asumiendo para siempre la paternidad de los cubanos, por los siglos de los siglos: “Oscar no es mi único hijo, yo soy padre de todos los cubanos que han muerto por la libertad de Cuba”.
Carlos Manuel de Céspedes y del Castillo es para quienes poblamos la Isla más que un símbolo, es la figura paterna que nos acompaña. A pesar de que llegó al mundo un 18 de abril de 1819, su presencia se mantiene viva en cada uno de los caminos que asume Cuba. Y es que fue un hombre como pocos. Solo un ser de enormes dimensiones es capaz de adelantarse a su tiempo, y radicalizarse de tal modo, que llega a liberar a sus esclavos, quienes garantizaban su sustento y el de su familia, para que se incorporasen a la lucha libertaria.

Carlos Manuel era un terrateniente, un hombre rico, un abogado de renombre. Para  muchos en aquella época fue incomprensible que lo dejara todo en busca de un ideal. Pero estaba haciendo lo correcto, y con eso le bastaba, por eso marchó a la manigua con sus hombres, por eso peleó en todos los frentes, defendiendo ante todo la unidad, por eso se sobrepuso a las derrotas personales, a las envidias, a los celos, porque sus ojos veían más lejos, veían una luz que no vislumbraba el resto de los mortales.
Céspedes es uno de los cimientos de la nacionalidad cubana, el pilar donde se sustentan los muros de nuestra casa común. Está en todas partes, vigilante, presto a cargar al machete si alguien intenta pisotear este suelo. Su bandera preside la Asamblea Nacional Cubana, su ejemplo dirige el esfuerzo diario de una nación que edifica su porvenir.



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