Carlos Manuel de Céspedes |
¿Cuánto se ama a un hijo?
¿Usted podría definir algo como eso? ¿Podría poner en palabras esa angustia que
conmueve hasta la médula, esa ternura infinita, ese tormento feliz? Me imagino
que no, es muy difícil. En lo que coincidimos todos es que por los hijos se da
hasta la vida, y que solo pensar que algo pudiera hacerles daño, moviliza los
más íntimos resortes del corazón.
En eso pienso siempre
cuando recuerdo la anécdota del Padre de la Patria. Me imagino a Céspedes de
pie, recibiendo la noticia de que iban a matar al hijo de sus entrañas si no se
entregaba, y sintiendo como un bombazo en medio del pecho. Lo que me anonada
es la visión del hombre convirtiéndose en gigante, saliendo de la posición de
ser humano adolorido y asumiendo para siempre la paternidad de los cubanos, por
los siglos de los siglos: “Oscar no es mi único hijo, yo soy padre de todos
los cubanos que han muerto por la libertad de Cuba”.
Carlos Manuel de Céspedes y del Castillo es para quienes poblamos la Isla más que un símbolo, es la
figura paterna que nos acompaña. A pesar de que llegó al mundo un 18 de abril
de 1819, su presencia se mantiene viva en cada uno de los caminos que asume
Cuba. Y es que fue un hombre como pocos. Solo un ser de enormes dimensiones es
capaz de adelantarse a su tiempo, y radicalizarse de tal modo, que llega a
liberar a sus esclavos, quienes garantizaban su sustento y el de su familia,
para que se incorporasen a la lucha libertaria.
Carlos Manuel era un
terrateniente, un hombre rico, un abogado de renombre. Para muchos en aquella época fue incomprensible que
lo dejara todo en busca de un ideal. Pero estaba haciendo lo correcto, y con
eso le bastaba, por eso marchó a la manigua con sus hombres, por eso peleó en
todos los frentes, defendiendo ante todo la unidad, por eso se sobrepuso a las
derrotas personales, a las envidias, a los celos, porque sus ojos veían más
lejos, veían una luz que no vislumbraba el resto de los mortales.
Céspedes es uno de los
cimientos de la nacionalidad cubana, el pilar donde se sustentan los muros de
nuestra casa común. Está en todas partes, vigilante, presto a cargar al machete
si alguien intenta pisotear este suelo. Su bandera preside la Asamblea Nacional Cubana, su ejemplo dirige el esfuerzo diario de una nación que edifica su
porvenir.
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