sábado, 2 de julio de 2011

Medio siglo hechizando la ternura...


Casi siempre hay magia cuando los niños se reúnen, casi siempre el brillo de los ojos despierta la fantasía dormida. Pero esta vez es distinta, el hogar grande de los pequeñines se vistió de fiesta y de despedida. El final del curso escolar llegó también a los Círculos infantiles, y en “Solecito”, como en las otras dos instituciones de este tipo que funcionan en Banes, fue día de alegría, y también de nostalgia.

A partir del primer año muchos niños
cubanos se incorporan a estos centros

Y digo que hay siempre magia, porque hechiceras buenas son las “seños”, esas educadoras y auxiliares que hacen las veces de madres sustitutas, que enseñan a comer, a comportarse en el salón, a hablar, a caminar, a decir los buenos días. Madres segundas, y en ocasiones primeras, porque hasta ellas tenemos que llegar las verdaderas a pedir consejo, a pedir auxilio en esta tarea inacabable que es educar.

Coreografía de las auxiliares pedagógicas
Multiplicadas para hacer felices a los niños, una se vistió de payaso, otras  arrullaban a los más pequeños, otras bailaron para ellos como casi profesionales, y todos sonreían, los padres, los niños, el viento mismo soplaba mejor…


Una treintena de niños del quinto año de vida dijeron adiós al “Solecito” esta vez. A manera de agradecimiento, actuaron, cantaron y bailaron, y apretaron bien fuerte a las seños de tantas horas felices. Horas que cuestan mucho al gobierno cubano, que se estrecha en lo que pueda, menos en lo tocante a esos centros priorizados a nivel de país. 

Pequeños actores del salón de
quinto año de vida
No faltan allí los alimentos, y los juguetes y materiales llegan con regularidad, pero nunca faltan, porque allí están manos bondadosas que hacen de cartones y madera el ensueño de los pequeñines. No falta amor y profesionalidad, se desbordan desde cada rincón de los círculos cubanos.

"Los niños son la esperanza del mundo"


“Tráela cuando le pongan el uniforme”, me dijo la seño Disnarda cuando abrazó a mi hija a modo de despedida, en un sollozo contenido que significa “no nos olviden”. Pero olvidarlas es imposible. El milagro cotidiano de los Círculos Infantiles, que  ya atesora medio siglo de momentos como este, define la vocación humanista de un pueblo que tiene su mayor esperanza puesta en esos locos bajitos que siembran magia donde quiera que estén.

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